jueves, julio 29, 2010

Al ruedo

Se acabaron las tardes
de gloria fatal
con José Tomás
en la arena gastada
de la Monumental.


Se esfuman los piropos
de nazareno y oro
con el aire sereno
del maestro Juncal
frente al bravo toro,
y los gitanillos lloran
junto a un ex-matador
que ante la plaza clausurada
carga con su muleta caducada
añorando los gritos
y el capote plegado
para dar el pase cambiado
más hermoso
que está en los escritos
del siglo pasado.

Manolete, Belmonte,
Paquirri, Espartero,
Espartaco, Antoñete
y don Curro Romero,
sus nombres son testigo
del recuerdo malnacido
en el pitón mortal
del pobre animal,
y hoy, ante el veto taurino
unos gritan: ¡asesinos!,
y otros lloran por el arte
porque tendrán que marcharse
con su cultura a otra parte.

Y yo, pobre de mí,
ausente de todo,
al pensar en tauromaquias,
novilleros y corridas,
enlutado en el decoro,
me quito el sombrero
y rememoro sonriendo
el recuerdo abigarrado
del debate de los toros.

Va por ustedes.

domingo, julio 18, 2010

Escondite

En esta noche de verano,
calurosa y sin sentido,
hay una mujer implacable
que juega al escondite
con su sombra y conmigo
sobre una pista de baile
y yo, desconcertado,
pediré un trago,
cerraré los ojos,
contaré hasta diez...
y luego tal vez
saldré tranquilo a buscar
con el gesto torcido
los enigmas de su piel.


viernes, julio 16, 2010

Esos muros

Malditos los muros,
malditas las horas muertas,
los lamentos desnudos,
las noches desiertas...
maldita la venganza,
maldita la añoranza,
bendito el atardecer,
maldito el reproche
y el sueño sin dueño...
malditas las preguntas,
jodidas las respuestas,
bendito lo imposible,
maldito el pasado,
oscuro el futuro...
pero sobretodo,
malditos estos muros,
de miedo y escombros,
que surgen de la nada,
que te retienen atrapada
tras un silencio sin fin
y amenazan con ensordecer
este querer sin poder,
alejándote de mí.

jueves, julio 01, 2010

Esa penúltima copa

La última copa ebria
de una noche oscura
y bohemia como ésta,
no me la tomaría con nadie,
no descorcharía esa botella,
no celebraría aquél trago,
no destaparía más esencias,
ni brindaría por extraños…

Pero en cambio, siempre,
señorita… perdón, señora,
dulce corazón canijo,
la penúltima copa a deshoras
de esta noche inquieta
me la tomaría contigo a solas
antes de robarte sin tocarte,
en un suspiro, la ropa.

Imagen, "Evening Lounge", de Brent Lynch