viernes, mayo 04, 2018

De espaldas a la puerta

Hace casi 10 años, las Juventudes Socialistas de España (JSE) y la Joventut Socialista de Catalunya (JSC) organizaron un Foro de Movimientos Sociales en Barcelona. Fue una oportunidad para que, a lo largo de todo un fin de semana, muchos militantes de ambas organizaciones pudiésemos debatir y aprender sobre las problemáticas sociales del momento. En la conferencia inaugural tuvimos la oportunidad de escuchar al malogrado y recordado Pedro Zerolo.

Hacía pocas semanas que Patxi López había llegado a Lehendakari y en las caras de los compañeros y compañeras de Euskadi se vislumbraba el entusiasmo por la oportunidad histórica que aquello suponía para una sociedad vasca que, en lo político, muchos asociábamos a la polarización, al conflicto y (desgraciadamente), cómo no, al terrorismo de ETA. 

Un servidor, junto a otro compañero militante de la JSC, aprovechamos un momento del fin de semana para dar una vuelta por Barcelona y mostrar algunas pinceladas de la ciudad olímpica a un par de compañeras de Euskadi. Nos subimos al coche y nos fuimos al Barri Gòtic, paseamos por sus callejuelas y plazas y aprovechamos también para detenernos en un bar a tomar algo. Nuestras dos compañeras estaban encantadas con el ambiente abierto y cosmopolita que ofrecía Barcelona. Nos decían que ellas, tan acostumbradas a una sociedad en la que muchos problemas se tapaban tras banderas (hay que ver cómo han cambiado algunas cosas) y nacionalismos, se sentían más libres, menos encorsetadas, en aquella Barcelona de hace una década. Los catalanes les dábamos, palabras textuales, envidia sana.

Al entrar en un bar y dirigirnos a una de las mesas del fondo, Leire y Eider (que así se llamaban, por cierto) nos advirtieron lo extraño que era para ellas sentarse en un bar de espaldas a la puerta. Una era concejal en un pequeño pueblo cerca de Bilbao. A pesar de que no vivía en el pueblo, había aceptado ser candidata en las últimas elecciones municipales porque se lo habían pedido desde el partido ya que, por miedo, en aquel pueblo nadie quería (o podía) dar la cara por los socialistas. La otra, con una larga trayectoria dentro de los socialistas vascos, era pareja de un cargo intermedio del Gobierno Vasco que acababa de tomar posesión. 

Ambas sabían de primera mano lo complicada que era la política en Euskadi. Se habían acostumbrado a vivir con aquello: con los escoltas que acompañaban a tantos compañeros y compañeras, con aprender a no pasar cada día por los mismos sitios, con echar un vistazo debajo de los vehículos particulares, con saber qué lugares les convenía evitar para no meterse en problemas, con las miradas de desprecio de algunos de sus vecinos y vecinas, con los silencios de antiguos compañeros de colegio... y, entre muchas otras cosas, con no sentarse jamás de espaldas a la puerta, cuándo iban a un bar a tomar algo.

Del trato con gente como ellas, algunos aprendimos que el terrorismo de ETA dejaba muchas y profundas cicatrices, no tan sólo en las propias víctimas mortales y sus familias, si no también en todos los matices cotidianos de la sociedad vasca. Allí habían heridas que desde la distancia no se vislumbraban y que, para los que éramos ajenos a aquella tierra, no alcanzábamos a comprender del todo. También aprendimos el valor de un compromiso político que en Euskadi iba muy en serio. A lo largo de los años, cuando coincidí con compañeros vascos, siempre tuve la sensación de que su compromiso y sus valores se encontraban muy enraizados, que eran muy profundos. Allí, el que daba el paso de meterse en política lo hacía porque "se lo creía de verdad". 

Esta semana hemos conocido la noticia del fin de ETA. Una noticia tan buena y que ha sido tan largamente esperada, que ahora que por fin ha llegado tengo la sensación de que todavía no se valora con toda su magnitud. Pero en cualquier caso, desde estas líneas no he podido evitar el querer recordar a toda esa gente anónima que ha vivido en sus carnes la tragedia del terrorismo de ETA. Os envío un abrazo muy fuerte para todos y el deseo de que nunca más tengáis que acostumbraros a no poder estar sentados de espaldas a la puerta.