jueves, enero 05, 2012

Nova Rua

Arrancamos este año algo faltos de optimismo y buenas perspectivas. La crisis prosigue su camino con virulencia y todo parece indicar que en el futuro próximo e inmediato no tendremos un motivo que nos empuje a creer en una mejoría clara y evidente de la situación económica y social. El sistema, nuestro mundo, parece haber entrado en una especie de espiral perversa de la que no somos capaces de encontrar una senda de salida.

Hace algunos años, mientras paseaba por las calles de esa ciudad hermosa de luz marina que es Lisboa, a la que llevo tantos meses echando de menos, me sorprendió especialmente descubrir que muchas de sus calles estaban llenas de bellísimas mansiones que languidecen cerradas a cal y canto, degradándose y ocultando misterios tras sus balcones y sus ventanas tapiadas. De algún modo, casi parecía que tan bellos edificios fuesen mudos testigos de un tiempo pasado que debió ser mejor, como si sus muros se hubiesen quedado anclados en la nostalgia, en esa "saudade" portuguesa, a la espera de un despertar que tal vez aguarde tras la cortina de un futuro incierto.

Esa belleza algo degradada forma parte de lo que para mi es el encanto de Lisboa. Y de algún modo, en este nuevo año que nos ocupa, tengo la extraña sensación de que nuestro mundo cada vez se parece más a alguna de esas viejas, bellas y desvencijadas mansiones, de piedra ennegrecida, aire frío y fachadas cubiertas por tenues azulejos que descansan bajo las inclemencias de un tiempo húmedo que por lo pronto no arrecia y no ofrece nuevas perspectivas para un mundo mejor.

Pese a todo y al tono poco optimista de estas líneas, les deseo de todo corazón un feliz año. Seguiremos luchando para buscar la salida. Un abrazo.