miércoles, junio 25, 2014

Sobre el tiempo que viene

Escribo estas líneas con algunas ideas desordenadas en la cabeza, absorbido por el presente y un tanto obsesionado por el futuro, y quizás ligeramente desencantado con el camino que estamos tomando para llegar hasta él.

Las crisis de la izquierda, de la política, de la economía y en particular, de mis partidos socialistas, hacen que últimamente me pase más tiempo del sanamente recomendable intentando poner en orden mental una extraña combinación de ideas, sensaciones, percepciones y convicciones que giran alrededor del momento actual.

Con la perspectiva de los tiempos de cambio que planean sobre el momento actual, en cuánto a la política y los partidos socialistas, creo que se abre la oportunidad de replantear nuestros fundamentos cómo organización pero especialmente, para replantear los horizontes de nuestro proyecto. Hay que clarificarlos. Ya no nos sirve ser difusos, vivir anclados en los matices de nuestras posiciones o andar acomplejados por las opciones que florecen a nuestra izquierda y derecha.

Creo que los socialistas, si me permiten la expresión (y si no, tanto da), debemos ser "incómodos". No podemos pasarnos la vida intentando no molestar a nadie. Hemos pasado demasiado tiempo así: sin molestar a los banqueros, sin molestar a los grandes empresarios, sin molestar a la jerarquía eclesiástica, sin molestar a los mercados, sin molestar a la vieja política, sin molestar a los corruptos (porque también se colaron entre nosotros), sin molestar a Europa, sin molestar a la Monarquía, sin molestar a los magnates de la comunicación, sin molestar al vecino de arriba y sin molestar a ese querido impertinente que nos cubre de reproches en cada cena de nuestro grupo de amigos. 

Creo que para ensanchar nuestra posición y convertirnos en una herramienta útil a los ojos de una mayoría, hay que estar libres. Y para ser libres hay que empezar a molestar a las bases (o a las élites) de nuestros adversarios políticos (que hoy son muchos). Si puede ser, incluso me gustaría contar con un liderazgo que más que molestar, fuese casi capaz de engorilar a todos esos grupos. Significará que no le debemos nada a nadie y que nuestro proyecto pertenece tan sólo a todos los que quieran sentirse representados por él. Significará que cabalgamos en busca de una mayoría transformadora. Probablemente esta premisa no fuese válida hace algún tiempo, pero hoy, con la sociedad asolada por los efectos de la crisis social y económica, y con una izquierda en proceso de atomización, creo que sí lo es.

Y lo más importante (y ahora pienso en todos los que aspiran a liderar algún partido socialista), por favor, dejen de explicarme cómo pretenden mejorar las herramientas o el funcionamiento de la organización, y céntrense en explicarme qué quieren hacer con esa herramienta. No quiero formar parte de un proyecto centrado en la gestión de las instituciones, sino en la transformación de la sociedad. Soy consciente de que una cosa conduce a la otra, pero creo que a los socialistas en algún momento se nos pudo olvidar el fin y nos quedamos pensando tan sólo en los medios. Recuperemos la ambición de transformar, de hacer cambios profundos que perduren en las siguientes generaciones. Rompamos el status quo en que los ciudadanos nos sitúan. Me conformo con eso (y sé que no es poca cosa).

Hace poco alguien me decía que uno de los problemas de los socialistas es que de nosotros se puede esperar cualquier cosa. Que no somos una opción fiable a la hora de depositar la confianza en nosotros. Que en cualquier momento somos capaces de olvidar nuestras convicciones en aras de la responsabilidad institucional y que por desgracia, esto en muchas ocasiones durante los últimos años, ha sido a base de ir en detrimento de nuestra responsabilidad social. Pues bien, ¿porqué no volvemos a convertirnos en una opción fiable? Digamos claramente lo qué queremos hacer, dibujemos una línea y hagamos que la gente sepa exactamente a qué jugamos, sin malabarismos. Cualquier proyecto político que pretenda ser mayoritario debe construirse a partir de la necesaria confianza ciudadana y el camino que planteo es justamente el de la recuperación de la confianza.

No pretendo que, tal cómo hacen otras fuerzas (mayoritariamente a nuestra izquierda), nos dediquemos a plantear un futuro de esperanza sin realidad. Pero necesariamente, la realidad que queramos los socialistas tiene que dibujarse desde la esperanza de hacerla posible.

Hago esta reflexión en plenos procesos congresuales del PSOE y el PSC. No hablaré sobre los distintos candidatos que concurren a estos procesos, pero la lupa con que los miraré será la de este planteamiento, porque creo que se corresponde con las características del liderazgo que necesitamos para afrontar el tiempo que viene. Un tiempo que será nuevo, difícil y (espero que) también apasionante.