viernes, diciembre 27, 2019

Otras 55 razones personales (aún más) para vivir

Ya hace 4 años que colgué esta entrada, con una lista de 55 razones personales para vivir, a la que 2 años después siguió esta otra entrada, añadiendo 55 razones personales más. Para continuar con la tradición y las buenas costumbres, ahora que estamos a punto de finalizar el año, les vuelvo a robar algo de tiempo con otras 55 nuevas razones personales para vivir.
Y al igual que ya había dicho anteriormente, en esta lista inacabada (porque excluye mucho más de lo que incluye) el orden no es importante. Si se animasen a recorrerla, espero que puedan disfrutarla, por lo menos la mitad que yo (eso ya sería muchísimo):
1. Las siestas veraniegas.
2. Empaparse de detalles sobre la Segunda Guerra Mundial en una visita a las “Churchill War Rooms”, en Londres.
3. El salmorejo.
4. El “National Anthem” de Marvin Gaye en el All Star de la NBA de 1983: la mejor interpretación jamás hecha de cualquier himno nacional.
5. La fastuosidad mágica del interior de la Librería Lello, en Oporto
6. La maldad del personaje de Robert Mitchum en “La noche del cazador”.
7. El sonido que desprende la guitarra de Mark Knopfler en esa maravilla llamada “Telegraph’s road”.
8. Atravesar un banco de niebla camino del fiordo de Seyðisfjörður.
9. El frankfurt de la Riera, en Mataró: un templo.
10. La rueda de prensa de Arsenio Iglesias en la noche más triste del Súper Dépor: sabiduría y una dosis de realismo en medio del desconsuelo.
11. Contemplar “Washington cruzando el Delaware”, de Emanuel Leutze, en el Metropolitan Museum de New York.
12. Un coulant de chocolate blanco.
13. Los cómics de Astérix, el personaje de Obélix y ese genio incomprendido que es Asurancetúrix.
14. La desbordante luminosidad del Cais da Ribeira y del Duero, vistos desde Vila Nova de Gaia.
15. Tomarse una pinta de Guiness en Dublín.
16. Este maravilloso artículo sobre la amistad.
17. Contemplar la Piedra Rosetta en una visita al British Museum.
18. Las tortillas que cocina mi padre.
19. Sam Cooke.
20. El melancólico y onírico sonido del rock andaluz de Triana.
21. Sentir la fuerza del viento en los acantilados de Moher, en la costa occidental de Irlanda.

22. Els “esmorzars de forquilla”.
23. Todas las canciones y melodías de “Rocky IV”, una película que todos consideran de acción, pero que en realidad es casi un musical.
24. Escapar de un Escape Room.
25. La felicidad que le produce a mi madre una bola de helado after eight.
26. Cenar bajo los colores cambiantes de la cúpula del Sony Center, en Berlín.
27. Que te dejen sin palabras.
28. Tomarse un café en la última planta del Tate Modern, en Londres.
29. Asistir a una representación de “El fantasma de la ópera”, en Broadway: la magia desbordante de la escena en la que aparece el fantasma por primera vez durante la obra.
30. Rebuscar entre las estanterías de la tristemente desaparecida y emblemática librería “Robafaves”, de Mataró.
31. La versión del primer Tubular Bells que contiene el álbum “Exposed”, de Mike Oldfield.
32. Ese aire tan genuino, atemporal, que desprende el Largo do Carmo, en Lisboa: como si la Revolución de los Claveles hubiese sido ayer mismo.
33. El fantástico pregón que Javier Pérez Andújar regaló a los barceloneses de todo el mundo, en las fiestas de la Mercè del 2016: un recorrido repleto de referencias esparcidas de literatura e historietas populares.
34. Un gin tonic en la playa. De noche.
35. Un buen whiskazo, con hielo y nada más.  
36. El impagable sentido del humor de mis amigos.
37. Rodear caminando el interior de la espectacular catarata de Seljalandsfoss. Y salir de allí casi empapado.

38. Las bandas sonoras de todas las películas de Quentin Tarantino.
39. Conducir por las carreteras cubiertas de niebla de la “Scenic Route” hasta llegar a Torr’s Head, el punto de la isla de Irlanda más cercano a Escocia y desde el cual se puede contemplar la costa escocesa.
40. La arrolladora interpretación de Sean Connery en la deslumbrante “El viento y el león”.
41. La leche frita.
42. Entrar en la misteriosa cámara central del pasaje funerario de Newgrange, una monumental obra megalítica de más de 5.000 años de antigüedad.

43. Una noche de barracas en la Fiesta Mayor de Pineda de Mar, especialmente si estás allí como público y no como parte de la organización.
44. Los últimos minutos de “El bueno, el feo y el malo”. Concretamente a partir de aquí.
45. El discurso de Gordon Brown en el final de campaña del referéndum sobre Escocia: better together.
46. La primera temporada de "True Detective".
47. Cruzar, dando un paseo, el puente de Brooklyn.
48. Comerse un arroz con caracoles en el Mas Trucafort, en Falset.
49. La voz de Constantino Romero que fue, entre muchos otros: Darth Vader, Roy Batty, James Bond y Mufasa.
50. Recorrer las calles de los barrios de Shankill y Falls, en Belfast, deteniéndose a contemplar los numerosísimos murales con contenido político que hay allí: pura y dura historia reciente.
51. La intro de "Manhattan", con la voz en off de Woody Allen". Aquella frase: "Él era tan duro y romántico como la ciudad que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar. Nueva York era su ciudad. Y siempre lo sería".
52.  El poema Invictus, de William Ernest Henley, que durante años estuvo colgado en una de las paredes de la celda de Nelson Mandela, en la prisión de Robben Island. Especialmente sus últimos versos: “Soy el amo de mi destino / Soy el capitán de mi alma”.
53. Los juegos de mesa.
54. Una chimenea encendida en invierno.
55.  Regalar un libro de poesía a alguien que no se lo espera.