Una de cine (1): Lawrence de Arabia

El cine debe contarse entre las grandes pasiones de mucha gente, una pasión que hace algo más de un siglo no apasionaba a casi nadie y que hoy, apasiona a cada cuál a su manera. Por supuesto, a mi también, sobre todo desde el día en que me planté delante de una pantalla para aguantar estoicamente las casi 4 horas de duración de "Lawrence de Arabia".

Todo era prodigisoso, me senté ante un televisor y al instante me hallaba recorriendo los desiertos de Arabia durante la 1ª Guerra Mundial. El salón de casa desprendía olor a desierto, pólvora y aventura. El viento del ventilador llegaba cargado de arena a mi cara. El sol que entraba por la ventana me quemaba la piel y tuve que dar un trago de agua para saciar mi garganta seca.

Lawrence simboliza todo lo que el cine puede llegar a ser. Ambiciosa en todos los sentidos de la palabra, la obra maestra y acaparadora de Oscars de David Lean hace que muchas películas palidezcan si la comparamos con ella y ha servido de inspiración a numerosos directores de cine, sobre todo a maestros técnicos como George Lucas y Steven Spielberg. La película merece ser vista y oída en una pantalla grande, gracias a la arrolladora banda sonora de Maurice Jarre, el guión literario de Robert Bolt, la soberbia fotografía del desierto de Freddie Young y el reparto de miles de extras.

Está llena de minuciosos detalles, como los penetrantes ojos azules de Peter O'Toole, o el destello del sol sobre la arena cambiante. Las imágenes y los elementos decorativos, como Omar Sharif surgiendo de un espejismo del desierto, el corte a partir de una cerilla encendida al amanecer y el alucinante ataque a Akaba, son espectaculares e irrepetibles, impresionantes en una película realizada cuando no existían los efectos especiales generados por ordenador. Spielberg, por ejemplo, estima que el coste de hacer hoy Lawrence rondaría los 285 millones de dólares y no se equivoca.

Es una de esas películas imposibles de abarcar en su totalidad de una sola vez. Muestra las locuras del colonialismo y las hipocresías de la guerra. Nos insinúa cómo las ansias de venganza pueden sustituir al honor, y la arrogancia, al valor. Nos recuerda, en uno de los muchos grandes momentos que la película encierra: "Para ciertos hombres, nada está escrito si ellos no lo escriben".

Imagenes extraídas de:

http://www.leffa-arviot.com/ y http://www.moviemaker.com