Melancolía

Por algún motivo, hoy caminé por mi ciudad, recorriendo rincones que con el paso de los años no había vuelto a visitar, pero que jamás pensé en olvidar. Al pasear, me encuentro con sitios mágicos bajo la vista del niño que alguna vez fuí. Lugares que, como dice Borges, no se pueden abarcar con palabras, cómo una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencias en ninguna.

Caminando, a un tiempo dirigiéndome a Oriente y a Occidente, al Norte y al Sur, llego por fin a dónde se mezcla lo nuevo con lo viejo y en medio, el tiempo detenido por la contemplación de unas callejas que no me llevan a ninguna parte si yo no quiero. En ése instante, enorme, veo la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto que alguna vez en el pasado debió ser infinito. Ya no lo es. El paso de los años lo ha devuelto a la realidad dónde la óptica de un niño jamás lo pudo situar.

Tomo consciencia de todo bajo la luz del sol que hoy bañaba las calles y, entonces, uno se encuentra en el peor momento del día. El peor, porque la hermosura de la ensoñación ha terminado y se ha llevado consigo todo lo que atrajo a mí. Sólo queda la cruda realidad, desafiante pero auténtica. Y llega el momento de seguir adelante. Tenemos trabajo.

Hoy, paseando por mi ciudad, por un instante volví a ser un niño. Ha sido breve, pero mereció la pena.

Imagen extraída de http://osoldatuaalma.blogs.sapo.pt/