lunes, agosto 04, 2008

La muerte del cronista de la barbarie

Mi juez de instrucción no me aplicó más procedimiento que el del insomnio, la mentira y la intimidación, métodos completamente legales. Por eso no necesitó hacerme firmar también (...) el compromiso de no divulgación: yo, Fulano de Tal y Tal, quedo obligado bajo pena de castigo penal (no se sabe por qué artículo) a no desvelar los métodos que se utilizaron en la instrucción del sumario.
En algunos centros regionales del NKVD, esta medida se aplicaba en serie: el impreso de no divulgación se presentaba a la firma del acusado junto con la sentencia de la Comisión Especial. (Y más tarde, al ser puesto en libertad, firmabas que no ibas a hablar con nadie sobre el funcionamiento de los campos.)
¿Cómo podría ser? Pues porque nuestro hábito de sumisión, nuestro espinazo encorvado (o roto), no nos permitía sino acatar esta forma bandidesca de borrar las huellas. Ni tampoco indignarnos.
Hemos perdido la medida de la libertad. No tenemos forma de saber dónde empieza ni dónde termina. Nos exigen firmas, firmas y más firmas, tantas como quieran, en un interminable compromiso de no divulgación.
Ya no estamos seguros de si tenemos o no derecho a contar nuestra propia vida.
Fragmento de Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura en 1970 y muerto esta pasada madrugada en Moscú a los 89 años.