Pequeñas diferencias
La vida está repleta de matices, que a su vez marcan pequeñas diferencias que se agrietan hasta llegar a desembocar en un hondo abismo. Por ejemplo, hay un abismo entre una conquista y un regalo. Hay cosas que no pueden regalarse, cómo la felicidad, que debe ser conquistada. Y en ese proceso de conquista, supongo que para llegar hasta la verdadera felicidad habría que hacerlo de forma natural, sin culpas ni perdones ni frágiles tensiones que nos hagan sostenernos sobre un pozo de frágil cordura.
Porque para conquistar la felicidad no debería ser necesario perder el tiempo en elegir cada palabra, en desplegarlas cuidadosamente en toda su extensión con el miedo de tomar un cruce equivocado. No debería ser necesario hacerse daño tantas y tantas veces. El camino debería ser más firme, menos disperso y más claro, pero al mismo tiempo debería ser profundo como una noche de búsqueda. Una noche en la que contener el aire y en la que al final, tarde o temprano, bailemos, destapemos una botella y bebamos hasta el amanecer sin tener que pensar en nada más, ebrios de simple y llana felicidad.
Al fin y al cabo, todo es cuestión de tiempo y de pequeñas diferencias. Y yo, mientras tanto, seguiré esperando.
Imagen de http://lacomunidad.elpais.com
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