Lisboa (3)

En Belém se encuentra el Monasterio de los Jerónimos, magnífico conjunto arquitectónico de estilo manuelino (y declarado patrimonio de la humanidad) que es mi primera parada del día. Aunque aún es temprano, el lugar ya está repleto de turistas. La entrada al templo me sobrecoje por la gran belleza de su interior, de enorme amplitud y luminosidad, así como por la abigarrada y fantástica decoración que cubre los ocho pilares que sustentan las bóvedas. Nada más entrar me encuentro con la tumba de Vasco da Gama, el navegante portugués que estableció la ruta comercial entre Portugal y las Indias, permitiendo a Portugal ostentar el dominio del Oceáno Índico durante dos siglos. El lugar respira historia en cada rincón.
Las tres naves del templo están llenas de grupos de turistas y me engancho a un grupo de españoles para seguir durante un rato las explicaciones del guía. En las tumbas de las capillas principales me sorprendo al encontrar elefantes esculpidos que soportan los sepulcros de las tumbas. La explicación no es otra que el capricho del rey Manuel I al conocer que los señores de las Indias montaban sobre estos fantásticos animales. La salida al claustro me sorprende, por sus detalles, sus dos pisos, su luminosidad... en definitiva, por su belleza. Desde hace algo más de un año me he aficionado a visitar iglesias y catedrales, y en ninguna me había encontrado un claustro cómo éste, en que la decoración parece querer invadirlo todo. Paseo por el claustro y en su cara norte me encuentro con un monolito en recuerdo del gran poeta Fernando Pessoa, ante el que se depositaron sus cenizas en 1985 en conmemoración el 50 aniversario de su muerte. Casi a la par mía, un turista italiano fotografía cada rincón y cada detalle del lugar. En una de las salas contiguas y acompañado por el italiano, visito una exposición sobre la historia del Monasterio, comparándola a su vez con la historia de Portugal y con la historia global. Cómo curiosidad, ojeando la exposición, encuentro un error en la fecha de nacimiento de Sergei Eisenstein.

Dejo atrás la torre y vuelvo al centro de Belém para visitar la "Antiga Confeitaria dos verdaderos pastéis de Belém", con la intención de degustar los famosos pasteles de nata de Lisboa. Fundada en 1837, la pasteleria está repleta de turistas comprando dichos pasteles. Yo, para no ser menos, también adquiero un paquete de esas tartaletas hojaldradas rellenas de crema de inconfundible sabor.

La noche continúa entre la sucesión de subidas y bajadas del Bairro Alto y algunos de sus locales y su laberinto de calles llenas de gente bebiendo en los portales. Mientras camino, me ofrecen marihuana y hachís. Aquella es otra Lisboa, otra cara más oscura de la misma ciudad. Un poco de whisky con hielo en la terraza del Brasileira se encarga de cerrar la noche y despedirme de mí mismo hasta el día siguiente.
Imagen (Jerónimos) de http://upload.wikimedia.org
Imagen (Belém) de http://www.turismoenfotos.com/
Imagen (Bairro Alto) de http://farm4.static.flickr.com/
1 Comments:
Felicitarte por este reportaje y solo una pequeña aclaración el barrio d´A Severa era a Mouraria. Saludos
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