domingo, diciembre 28, 2008

Alma de Capitana

Carmen Amaya nació en el barrio gitano del Somorrostro, junto al puerto de Barcelona. Hija de la Micaela y el Chino, desde bien pequeñita bailó en tascas y tabernas, descalza, agitando su cuerpo de muchachito, aún no levantaba un metro del suelo y ya se la conocía como la Capitana. Dicen, los que tuvieron la fortuna de verla, que la diminuta y morocha Capitana bailaba como las llamas incandescentes del fuego.
Con su baile delirante y apoteósico encandiló a personalidades de todo el mundo: desde el rey Alfonso XIII en el Sacromonte de Granada, al presidente Roosevelt en la Casa Blanca, durante una tournée que duró once años y a la que se llevó a toda su familia, llamados "los treinta", de los cuáles sólo uno sabía sumar y restar. Pero a Carmen no le interesaba el dinero, sólo quería bailar y una casita junto al mar, cerca de Barcelona. Por eso murió sin un real, pese a trabajar toda su vida a destajo, manteniendo su cuerpo hecho de nervio y músculo a base de café y tabaco.
Cuenta el bailarín Antonio Gades que la noche de su muerte él canceló su actuación y se dedicó hasta el amanecer a cerrar todos los tablaos de Barcelona. "¡No tenéis vergüenza, que esté Carmen Amaya de cuerpo presente y haya un tablao flamenco abierto!".
Carmen murió de una insuficiencia renal debida a una malformación de nacimiento. Tenía riñones de niña. En realidad, los riñones de Carmen habían eliminado toxinas hasta entonces gracias a la danza. Cuándo dejó de bailar, su organismo se envenenó. Tal vez ella no lo ignoraba cuando suplicaba a los médicos: "¡Si no puedo bailar, me muero!".
Carmen Amaya nació un noviembre de 1913 y murió un noviembre de 1963. Vivió y bailó 50 años. A su muerte, gitanos de todas partes se acercaron a su casa junto al mar para velarla y repartirse sus recuerdos. Una fuente en el paseo marítimo, donde la Capitana llenaba su cántaro cuando era una niña aceitunada y descalza, recuerda hoy su nombre.