viernes, octubre 31, 2008

Vote for Hope

La campaña de Obama sigue teniéndome entusiasmado. Después del ya mítico "Yes, we can", ahora me encuentro con otro vídeo impresionante, el "Obama '08, Vote for Hope". Véanlo y juzguen ustedes mismos.

La verdad, no sé si Obama ganará las elecciones. Pero pase lo que pase, creo que el senador de Illinois nos ha mostrado parte del camino que hay que recorrer para acercar un poco más la política a los jóvenes. Y deberíamos tomar buena nota de ello.

martes, octubre 28, 2008

Allen

Cómo una alegoría construida a base de detalles de una Barcelona irreal (si es que acaso existe alguna Barcelona real... yo tengo mis dudas), la última película de Woody Allen me pareció un alegato a los amores incompletos y a esas relaciones cuasi perfectas que se truncan con la fragilidad del vidrio tras el golpe inesperado.
A pesar de ese alegato del amor, me quedé algo frío después de ver "Vicky Cristina Barcelona". Quizás fué porque no presté la necesaria atención a la proyección, o quizás tengo una idea distinta de lo que debe ser una película de Woody Allen y recurro al típico tópico que tengo guardado en mi cabeza. Porque cuándo me dispongo a ver una película de ese señor pequeño y esmirriado, de mirada tristona y asustadiza tras unas sólidas gafas de miope, pelo escaso, manos pajariles, nariz ganchuda y cejas permanentemente alzadas... cuándo me dispongo a ver una película de ese tipo de cara cómica, espero que una insospechada actividad anímica se apodere de la pantalla, espero una cadena de frustraciones y pequeñas catástrofes cotidianas que me resulten entrañables y me aproximen a los personajes. Espero que esos personajes no paren de hablar por temor a que se les entienda todo, que constantemente duden y me hagan dudar en voz alta. Y sobretodo espero afecto, gratitud y admiración con un ritmo que me haga sentir vivo.
Aunque tal vez espero demasiado y ese sea el error. Pero claro, aún sigo pensando en aquellas conmovedoras palabras del principio de "Manhattan", cuándo la ciudad de Nueva York desfilaba ante nuestros ojos a ritmo de clarinete mientras una voz en off nos decía: "Capítulo primero: Él era tan duro y romántico como la ciudad a la que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar -ah, esto me encanta-. Nueva York era su ciudad y siempre lo sería". O tal vez debería pensar menos en según qué cosas y disfrutar más de lo que me brinda cada momento.

lunes, octubre 27, 2008

Lisboa y tú

En las noches de Lisboa
eres esa sombra desnuda
que se sienta a mi lado,
esa amarga tristeza
tan cargada de belleza,
que se canta en el fado,
y yo, ebrio de vino,
ebrio de ti,
me voy diciendo al oído
que formas parte del pasado,
y lo repito y me engaño,
y así voy haciéndome daño,
voy pensando en tu boca…
voy siendo el viento amargo
que se da contra la roca,
voy siendo el tipo infeliz
que en las noches de Lisboa
suspira enamorado,
voy siendo el tipo derrotado
que suspira por ti.

jueves, octubre 23, 2008

Farewell

Cenaba tranquilamente mientras charlaba animado en algún lugar de la gran ciudad. El local se había ido vaciando sin darme cuenta (y bien poco que me importaba) y en el ambiente el bueno de Elvis entonaba sus mejores temas dando a la escena un aire de otra época.
La conversación discurría por caminos diversos, con giros que no conducían necesariamente a lugar alguno. Parecía cómo si despreocupadamente hubiera ido a parar a aquella mesa, cómo un viajero que no escoje su sitio en el tren ni la compañía de su trayecto.
De repente, el mundo de los blogs se cuela entre las bambalinas de la conversación. Y entre bambalinas se deja caer la reflexión de que la costumbre adquirida de colgar regularmente en este espacio las ideas, las sensaciones, los estados de ánimo... significa dejar entrever una parte de uno mismo, y que eso significa aportar elementos al resto del mundo (un mundo tan sumamente desconocido) para conocer a la persona, incluso a veces para saber más de uno que lo que uno mismo cree saber. La curiosidad es una aliada poderosa en estos temas, y los blogs son pasto de curiosos.
Cuándo esta idea aparece en la conversación, el acto reflejo de una sonrisa me da la razón. Una sonrisa que denota saber bien de lo que se está hablando. Una sonrisa que nunca ha dejado de despertar mi curiosidad y de llamar mi atención. Un sonrisa que cuándo calla emerge misteriosa desde el silencio, y en el seno del silencio es cómo la noche, bella y profunda.
Y ante una noche oscura, callada, constelada, bella y profunda, pues qué quieren que les diga... sobran las palabras.

miércoles, octubre 22, 2008

Black Power

Hace 40 años, durante los Juegos Olímpicos de México, una fotografía dió la vuelta al mundo. Era un momento de enormes convulsiones sociales y políticas. Martin Luther King había sido asesinado algunos meses antes y Estados Unidos se encontraba en plena guerra de Vietnam.
La imagen en cuestión era la de tres hombres subidos a un podio, dos de ellos de raza negra, uno con el puño derecho levantado y cubierto por un guante negro, símbolo del Black Power. La cabeza levemente humillada y los pies descalzos y cubiertos por unos largos calcetines negros. Un insignia destaca sobre su chándal y del pecho le cuelga una medalla de oro. Es el campeón olímpico de los 200 metros lisos. Es Tommie Smith. Le flanquean un atleta blanco con la misma insignia que lleva Smith, y un atleta que levanta su enguantado puño izquierdo. Uno es Peter Norman, segundo en la prueba. El otro es John Carlos, el exhuberante velocista del Harlem neoyorquino.
Aquella final olímpica de los 200 metros fue histórica en muchos sentidos. Por su belleza, en primer lugar. John Carlos arrancó cómo un obús. Tanto, que salió de la curva con metro y medio de ventaja sobre Tommie Smith. Entonces, ocurrió algo casi sobrenatural. Sin aparente esfuerzo, en cuatro zancadas, Smith se recuperó y voló hasta la meta. Fue una demostración de armonía, serenidad y eficacia. Diez metros antes de la llegada, Smith extendió sus brazos en cruz y cruzó la meta. Por detrás, un incrédulo Carlos se resignó tanto que cedió el segundo puesto al australiano Norman.
En el vestuario, Smith y Carlos hablaron de la protesta. Había dos guantes negros. Ambos se enfundaron uno. En el túnel del estadio conversaron con el tímido Norman y le ofrecieron la insignia del Proyecto Pro Derechos Humanos. Norman se la colocó en el chándal y los tres se dirigieron al podio. Sonó el himno estadounidense. El resto es historia y está recogido en una de las fotografías más famosas de la historia.
Después de aquello, Smith y Carlos fueron obligados a abandonar la villa olímpica. Recibieron amenazas de muerte durante meses. Vivieron siempre en las antípodas del estrellato. Vidas sacrificadas, trágicas en el caso de John Carlos, cuya mujer se suicidó años después, o de Peter Norman, que terminó alcoholizado y no pudo disputar los juegos olímpicos de Munich 72. Pero detrás del sacrificio personal queda un legado imperecedero. El gesto de Smith, Norman y Carlos fue decisivo en la lucha contra cualquier forma de segregación en el deporte y en la sociedad.
Cuarenta años después, las cosas no son perfectas, pero tampoco iguales. En dos semanas, un negro puede alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, y el propio Barack Obama es consecuencia de múltiples factores, entre ellos la lucha por los derechos básicos que mantuvieron un puñado de atletas a finales de los años 60.

martes, octubre 21, 2008

Joves socialistes a Sant Cebrià

Diumenge al migdia, vam constituïr l'agrupació de la JSC de Sant Cebrià de Vallalta. Amb gent molt jove i amb moltes ganes de treballar, estic convençut de que el camí que la JSC inicia a aquest poble del Maresme serà profitós.
Sant Cebrià de Vallalta és un dels municipis més petits de la nostra comarca. És un d'aquells municipis que malgrat tot, ha crescut en els últims anys i ha patit canvis importants en un món cada vegada més globalitzat. Durant l'acte ens va donar la benvinguda en Pere Vega, primer secretari de l'agrupació del PSC i candidat socialista a l'alcaldia i també ens acompanyar en Manel Mas, que ens va donar algunes de les claus de la crisi que estem vivint. Una crisi que sigui dit de pas, penso que no només és econòmica, sino també de valors, i que en certa manera una cosa té a veure amb l'altra. També ens va acompanyar en Santi Fontbona, tot just reescollit Primer Secretari del PSC Maresme aquest cap de setmana, que en quatre dies ens ha acompanyat dues vegades en dos moments importants per a la JSC de la comarca.
Sant Cebrià és també el municipi de la comarca amb un major percentatge de joves. I aquests joves tenen necessitats i problemàtiques que cal afrontar, com un espai jove digne o una millora de la mobilitat en horari nocturn que els permeti desplaçar-se amb seguretat. Amb aquesta constitució, la JSC es converteix en l'única organització política juvenil del municipi, i per tant ens toca liderar el discurs i les propostes en matèria de joventut per a Sant Cebrià. Estic segur de que així serà. Per acabar cal felicitar als nous militants i animar-los a treballar amb empenta i ganes. Ja saben que ens tindran al seu costat.

lunes, octubre 20, 2008

Lisboa (y 5)

Por fin llego a la última parte de la crónica del viaje a Lisboa. Una crónica que me ha costado completar más de lo esperado y es que últimamente no escribo cuándo quiero, sino cuándo puedo. Y puedo bastante menos de lo que me gustaría.
El último día en Lisboa se caracteriza por la amplitud en los márgenes de tiempo. Mi obsesión por no llegar tarde ni ir con prisas a ninguna parte me llevó a medir los tiempos al máximo. Por eso comencé la jornada preparando las maletas, doblando cuidadosamente las camisas, guardando las compras del día anterior y escojiendo bien mi equipaje de mano. Con todo esto listo, me pongo en marcha para aprovechar las últimas horas en Lisboa.
Salgo caminando hacia la plaza del Marqués de Poumbal y desde allí inicio la subida del suave valle dónde se asienta el parque Eduardo VII. A medida que voy subiendo, voy dejando atrás esculturas, fuentes, setos y rosaledas. Y al llegar al punto más alto del lugar obtengo una visión completa de toda la zona baja de la ciudad, en la que he estado vagando durante la mayoría de horas de los últimos días. Con esta vista me fumo el último Montecristo del viaje.
Abandono el lugar y voy directo hasta al metro, y tras tres paradas me planto de nuevo en el Chiado, que por la mañana conserva intacto el encanto aunque sus calles se mantengan algo más vacías y tranquilas que por la tarde. Un breve paseo me lleva hasta la entrada del antiguo Monasterio do Carmo, o mejor dicho, hasta lo que queda de él. Este Monasterio es una ruina familiar para los lisboetas, que están acostumbrados desde hace muchos años a observar su volumen. El edificio fue parcialmente destruido por el terrible seísmo que asoló la ciudad en 1755 y desde entonces tan sólo ha sufrido un intento de reconstrucción, que no prosperó. Al cruzar sus puertas y adentrarse en sus ruinas, me sumerjo otra vez en un ambiente irreal, entre pilares y arcos divisorios que no sostienen bóveda ni cúpula alguna, y que parecen querer aguantar el mismo azul del cielo. Sus muros, testimonios de las tragedias de esta ciudad (pues hasta ellos llegó también el incendio que destruyó el Chiado en 1988), están recubiertos de sepulcros, de detalles, de flores de lis y de grietas envejecidas cómo arrugas que son testimonio del paso y del peso de los años. El lugar es la sede del Museu Arquologico do Carmo, y está repleto de pequeñas maravillas, cómo una imponente estatua de San Juan Nepomuceno, que desde lo alto de su pedestal, amenazante, parece montar guardia desde el ala derecha del transepto.

Tras vagar por el recinto, me detengo un rato en el centro de las escaleras que bajan hacia la nave principal de la iglesia y desde allí, con la vista privilegiada del conjunto y del cielo de un día espléndido de otoño, me dejo ir la cabeza y me transporto a otros lugares, acompañado por otras personas con las que tal vez me gustaría haber compartido algún momento y algún rincón de Lisboa. Antes de marcharme hago la última foto del viaje. Para hacer la última comida escojo el Brasileira y en un comedor tranquilo, de nuevo con vino, apuro las horas que me quedan en la ciudad. Recibo un par de llamadas telefónicas. Una amable, la otra también aunque me deja con un mal regusto de boca y me hace pensar en que va siendo hora de regresar a casa y atender algunos asuntos. Sin prisas, abandono el lugar, me engancho al metro y me planto en el hotel para recojer mis cosas y agarrar un taxi que me lleve hasta el aeropuerto. De nuevo el taxi es un Mercedes y de nuevo el taxista es poco hablador.

Llego al aeropuerto con el tiempo necesario para poder pemitirme el lujo de perder todo el tiempo que me apetezca. Leo algunos poemas de Neruda, reviso el correo electrónico (y algunos blogs) tras varios días sin poder hacerlo, tomo algún té, me aburro revisando los horarios de las llegadas y salidas y, finalmente, conozco a un grupo de futuros compañeros de pasaje. Embarco en la parte izquierda del avión para poder ver la ciudad de Barcelona cuándo nos aproximemos a ella. El vuelo, de nuevo nocturno, me sirve para devolverme a la realidad que me espera al llegar a casa.
El avión toca tierra y sin calmas ni esperas, después del aterrizaje sonrío al reencontrar por fin a una persona conocida. El trayecto a casa me recuerda que Lisboa queda atrás, y que delante quedan muchas cosas: la locura, el trabajo, las personas, los amigos y el día y las noches. Vaya, queda la vida misma.

viernes, octubre 17, 2008

El Congrés de la Confiança

A vegades, afrontar canvis no resulta senzill. El canvi en sí mateix és un repte, una realitat a la que hem de fer front contínuament en les nostres vides i en el nostre dia a dia. Malgrat tot, no sempre som conscients d'això. Concretament a les organitzacions polítiques, aquest és un aspecte especialment important, perquè l'organització que no canvia, no és dinàmica i no s'adapta a la realitat d'una societat canviant, acaba perdent visió i perspectiva de la realitat. L'objectiu de la política és transformar la societat segons uns ideals (en el meu cas, els del socialisme), però per poder transformar, cal canviar, cal evolucionar, cal avançar.
Avui hem celebrat un Congrés de la JSC Maresme. Hem afrontat i ens hem enfrontat al canvi. I ho hem fet amb confiança, amb il·lusió, amb consens i també amb respecte. Perquè quan una organització com la nostra compleix 30 anys (fa pocs dies ho vam celebrar), vol dir que al llarg de tots aquests anys són moltes les persones que han sumat esforços i han treballat per tal de que avui puguem continuar amb la tasca transformadora dels joves socialistes. I això és mereix un respecte.
La companya i amiga Ana Barrera ha estat escollida Primera Secretària de la JSC Maresme. En el seu discurs ha aconseguit emocionar-me. Ha parlat d'esforç i de treball en equip. Encara més important, ha parlat d'un projecte en equip, un projecte pensat per sumar i no per dividir. Pot semblar un tòpic que jo digui això, però estic convençut de que ho farà bé. Ella s'ho val. I sap transmetre confiança, la que precisa un projecte com el nostre, que vol ser útil per als joves de la comarca.
Tindrem molta feina per assolir els objectius que ens hem marcat al Congrés d'avui, però amb això ja hi comptàvem. Jo he sortit escollit Secretari d'Organització, i em tocarà fer una feina que moltes vegades és gris i invisible, però necesària i també gratificant. És una tasca en la que confio i en la que sé que comptaré amb l'ajut i el cop de mà de molts companys i companyes.
La feina no ha fet més que començar, però la veritat és que després d'algunes setmanes bastant mogudes, em sento com si tot just comencés a viure un canvi important al meu recorregut vital. I és un canvi que afronto (afrontem) amb confiança. Salut, Socialisme i República.
Imatge: Nova executiva de la JSC Maresme.

miércoles, octubre 15, 2008

Lisboa (4)

Superado el ecuador del viaje, empieza a vislumbrarse el final del mismo y empiezo a pensar en el regreso a casa.
El cuarto día comienza con una escapada a Alfama para visitar el Castelo de Sao Jorge. Por el camino, me detengo en el mirador de Santa Luzía y me reencuentro con el italiano que hacía fotos cómo un loco en el Monasterio de los Jerónimos. Sigue haciendo fotos cómo un loco. La vista desde los miradores de Alfama dibuja una Lisboa algo irreal, lejana y cercana al mismo tiempo. La subida me regala algunas vistas del barrio de Graça y de Santa Engrácia, con su característica cúpula encajada entre tejados y calles retorcidas.
No tardo demasiado en plantarme en el patio de armas del Castillo, en el punto más alto de Alfama. El paseo por las murallas me regala nuevas vistas de Lisboa, revelando rincones que sólo son visibles desde allá arriba. Entre las murallas del castillo, un curioso personaje se encarga de alimentar a doce gatos que corren a su alrededor. El viento sopla con fuerza y mientras paseo por las almenas tengo que sostenerme con fuerza y caminar con firmeza para no dar con mis huesos en el suelo. Una mujer de cierta edad se encuentra con las mismas dificultades que yo y acabo echándole una mano para bajar de las murallas (que son de una altura considerable). Fue en este castillo dónde el rey Manuel I, apodado "el afortunado", recibió a Vasco da Gama a su regreso de las Indias, cargado de tesoros e historias que fascinaron al monarca.
Abandono Alfama y a través de la Sé, me planto en la Baixa, con sus calles rectas y ordenadas. El actual aspecto de la Baixa es fruto de la reconstrucción del lugar después del terremoto que asoló Lisboa en 1755. Sus calles están llenas de una densa actividad comercial y yo, sabiendo que estoy pasando mis últimos días en la ciudad, aprovecho para comprar algunas botellas de Oporto cómo recuerdo. El mediodía se me echa encima y me detengo a comer en un vacío y encantador restaurante de la Rúa dos Sapateiros. Una vez más (y van...) el bacalao y el vino en cantidades ingentes me dejan listo para varias horas de recuperación.
Ya con la tarde bastante avanzada y yo recuperado, agarro el metro para plantarme en el Chiado y completar mis compras. Entre los varios establecimientos que visito, me hago con más vino (de varias clases), algunos dulces, unas botellas de Ginja y varios detalles sin importancia. En las calles del Chiado suena un suave fado de fondo. Me detengo en la libería Bertrand, una de las muchas del lugar, antiguo punto de reunión, lugar de cultura y encuentro de intelectuales lisboetas. Después de pasar la tarde en el Chiado, me encuentro algo cansado, así que hago un alto en el Brasileira y regreso a mi hotel.
Cuándo preparaba las cosas para el viaje, guardé un par de libros en mi maleta: "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad y un libro de poemas de Neruda. Mi cansancio me hace decidirme por acabar el día leyendo a Conrad, adentrándome en la negra jungla que domina el hilo principal de la historia de esta novela intemporal. Mientras pasan las horas de lectura, alguna llamada y algún sms me sorprenden con una noticia oscura, desagradable e inesperada. Pero en definitiva, una noticia real. En aquél instante pienso que la condición humana a veces sorprende y decepciona, y sobretodo, que si realmente existe algún "corazón de las tinieblas" (al que alude el título de la historia de Conrad), ése debe ser precisamente el corazón del hombre. Pensando en ello, con dolor de cabeza, apago la luz y no tardo en quedarme dormido.

martes, octubre 14, 2008

Lisboa (3)

Mi tercer día en Lisboa arranca con una cierta cotidianeidad. Noticias, ducha, desayuno y puesta en camino hasta la Praça do Comércio para cojer un tranvía que me lleve al barrio de Belém.
En Belém se encuentra el Monasterio de los Jerónimos, magnífico conjunto arquitectónico de estilo manuelino (y declarado patrimonio de la humanidad) que es mi primera parada del día. Aunque aún es temprano, el lugar ya está repleto de turistas. La entrada al templo me sobrecoje por la gran belleza de su interior, de enorme amplitud y luminosidad, así como por la abigarrada y fantástica decoración que cubre los ocho pilares que sustentan las bóvedas. Nada más entrar me encuentro con la tumba de Vasco da Gama, el navegante portugués que estableció la ruta comercial entre Portugal y las Indias, permitiendo a Portugal ostentar el dominio del Oceáno Índico durante dos siglos. El lugar respira historia en cada rincón.
Las tres naves del templo están llenas de grupos de turistas y me engancho a un grupo de españoles para seguir durante un rato las explicaciones del guía. En las tumbas de las capillas principales me sorprendo al encontrar elefantes esculpidos que soportan los sepulcros de las tumbas. La explicación no es otra que el capricho del rey Manuel I al conocer que los señores de las Indias montaban sobre estos fantásticos animales. La salida al claustro me sorprende, por sus detalles, sus dos pisos, su luminosidad... en definitiva, por su belleza. Desde hace algo más de un año me he aficionado a visitar iglesias y catedrales, y en ninguna me había encontrado un claustro cómo éste, en que la decoración parece querer invadirlo todo. Paseo por el claustro y en su cara norte me encuentro con un monolito en recuerdo del gran poeta Fernando Pessoa, ante el que se depositaron sus cenizas en 1985 en conmemoración el 50 aniversario de su muerte. Casi a la par mía, un turista italiano fotografía cada rincón y cada detalle del lugar. En una de las salas contiguas y acompañado por el italiano, visito una exposición sobre la historia del Monasterio, comparándola a su vez con la historia de Portugal y con la historia global. Cómo curiosidad, ojeando la exposición, encuentro un error en la fecha de nacimiento de Sergei Eisenstein.
Se acerca la hora de comer y escojo un restaurante cerca del Monasterio, en el que a la postre hice una de las mejores comidas del viaje. Por recomendación del camarero, pido "freijoa", una especie de fabada de la que me trajeron un plato del que se podrían haber alimentado tres personas. Después de esto y del vino de la casa, me tuve que tomar con calma el camino hacia la Torre de Belém, siguiente parada de mi jornada. Aprovecho el camino para visitar el Monumento a los Descubrimientos y fumarme un Montecristo a su sombra, a orillas del Tajo. Cuándo estuve un poco más recuperado completé el camino hasta la Torre de Bélem, que es una antiguo fortín construido dentro del Tajo, que formaba parte de la línea de fortificaciones que mandó construir el rey Manuel I para la defensa de la costa portuguesa. Su aspecto es impresionante y recientemente ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Piso a piso, visito todos los rincones del lugar y reposo un rato en una garita de vigilancia de una de las esquinas de la Torre. La panomárica sobre el río con el puente del 25 de Abril al fondo es una de las mejores estampas de todo el viaje.
Dejo atrás la torre y vuelvo al centro de Belém para visitar la "Antiga Confeitaria dos verdaderos pastéis de Belém", con la intención de degustar los famosos pasteles de nata de Lisboa. Fundada en 1837, la pasteleria está repleta de turistas comprando dichos pasteles. Yo, para no ser menos, también adquiero un paquete de esas tartaletas hojaldradas rellenas de crema de inconfundible sabor.
Decido que el día en Belém ya ha dado bastante de sí y emprendo el regreso a mi hotel para descansar algunas horas, cambiarme y prepararme para mi tercera noche en Lisboa. Esta noche regreso a la Rúa das Gáveas para cenar en el "A Severa", local que toma su nombre de Maria Severa Onofriana, que fue una temperamental y dicen que guapa prostituta del Bairro Alto, que durante la primera mitad del Siglo XIX alcanzó gran fama popular como cantante de fados y guitarrista, así como por sus agitadas relaciones con otro gran aficionado al fado, el Conde de Vimioso. Me siento en un rincón y mientras disfruto de la cena van sucediéndose los espectáculos de fados lisboetas, también con alguna pequeña muestra de fados de Coimbra. Los artistas se van dando la alternativa unos a otros y todo el local se contagia pronto de la nostalgia del fado. Las mesas están llenas, unas pocas personas empiezan a tararear canciones y los guitarristas se dejan llevar por la improvisación, dándo muestras de lo mejor de sí mismos. La noche es mágica y en mi mesa el vino empieza a escasear. En el "A Severa" pasé algunos de los mejores momentos de mi estancia en Lisboa y cuándo salí por la puerta, lo hice con la sensación de estar abandonando un rincón en el que el tiempo se detenía cada noche, cómo si tras aquellas puertas existiera un mundo irreal y hermoso al mismo tiempo. Un mundo al que merecía la pena regresar para perderse de vez en cuándo.
La noche continúa entre la sucesión de subidas y bajadas del Bairro Alto y algunos de sus locales y su laberinto de calles llenas de gente bebiendo en los portales. Mientras camino, me ofrecen marihuana y hachís. Aquella es otra Lisboa, otra cara más oscura de la misma ciudad. Un poco de whisky con hielo en la terraza del Brasileira se encarga de cerrar la noche y despedirme de mí mismo hasta el día siguiente.
Imagen (Jerónimos) de http://upload.wikimedia.org
Imagen (Belém) de http://www.turismoenfotos.com/
Imagen (Bairro Alto) de http://farm4.static.flickr.com/

sábado, octubre 11, 2008

Lisboa (2)

Lo primero que hice a mi llegada a Lisboa fue salir al amparo de la noche lisboeta y subirme en un taxi. La mayoría de los taxis de la ciudad son antiguos modelos de Mercedes que se caracterizan por sus vertiginosas carreras. Precisamente tras sufrir una de esas vertiginosas carreras (con un taxista silencioso que iba escuchando un partido del Oporto por la radio y que puso cara de pocos amigos cuándo el equipo portugués recibió un gol) me planté en mi hotel, que era un viejo edificio de 6 plantas cercano al centro de la ciudad, que sin duda había conocido épocas mejores y que actualmente estaba sumido en un proceso de obras y reformas, de ahí lo barato del precio de la estancia.
Sin perder demasiado tiempo, salí a buscar un sitio cercano para cenar. Me puse a recorrer sin demasiado afán la Avenida da Libertade (algo que haría muchas veces durante estos días) hasta encontrar un sitio que me pareció apropiado. Era tarde, estaba cansado y tenía hambre. Una cena rápida a base de bacalao y vuelta al hotel para hacer noche en mi habitación, que era enorme, poco ventilada y de techos altísimos.
Al día siguiente me puse pronto en marcha con la idea de llegar hasta el barrio de Alfama, que era una de mis principales excusas para viajar a Lisboa. Desayuno rápido y paseo tranquilo hasta la Baixa, bajando por la Via Augusta hasta la Praça do Comércio, uno de los centros neurálgicos de la capital y escenario importante de la Revolución de los Claveles, en 1974. La plaza sorprende por su dimensión y su espacio amplio y libre, por la monumentalidad que la rodea, por la estatua de José I y por el Arco Triunfal que la comunica con la principal calle de la Baixa. Sin detenerme allí, remontando el estuario del Tajo entro en la freguesía de Sé y empiezo a sufrir las empinadas subidas de esta zona de Lisboa. En Sé es común encontrar tiendas de anticuarios y aquí hago un alto para visitar la Catedral. Es temprano y cuándo llego al templo, éste aún se mantiene prácticamente vacío y silencioso. Un vistazo a las capillas me descubre un hermoso belén y cuándo paseo por el claustro soy la única persona en esa parte del edificio, que actualmente alberga una excavación que ha sacado a la luz restos romanos, árabes y medievales. Subo a una de las torres y desde allí hago la primera de las fotos del viaje, con una impresionante vista de la ciudad volcada sobre la desembocadura del Tajo.
Dejo atrás la catedral y ahora sí, me adentro en Alfama. El silencio se apodera de las calles y mientras subo trabajosamente en dirección al Castillo de San Jorge, encuentro una pintada en una pared dónde dice lo siguiente (traduzco): "Turistas, respetad el silencio portugués. Si queréis ruido, iros a España". Me detengo al llegar hasta el primero de los muros del Castillo y en un ambiente irreal, me fumo un Montecristo ante la mirada curiosa de algunos turistas ingleses que cómo yo, se han plantado allá arriba en una soleada mañana de otoño. Tomo un café en una pequeña terraza y luego continúo adentrándome en la laberíntica Alfama hasta llegar al Largo de Sao Miguel do Castelo. En esta zona de la ciudad algunas de las casas son tan antiguas que no disponen ni de lavabo propio y por este motivo en la plaza aún se mantienen unos lavabos comunitarios. La mañana se me esfuma rápido y las calles cada vez están más llenas de turistas, así que decido buscar un sitio para comer y dejar la visita al Castillo para otro día. Bajando me detengo en el mirador de Santa Lucía, que es otro de esos rincones mágicos con magníficas vistas de la ciudad. Nostalgias aparte, el lugar evoca recuerdos agradables y me hace pensar en algunas personas.
Para comer escojo un pequeño restaurante junto a la Catedral y me deleito con vino, jamón, queso fresco, gambas y un "Bacalhau a braz". De postre, piña con vino de Oporto. Una de las cosas de la que más he disfrutado en Lisboa es de su gastronomía. Hice muchas, excelentes y abundantes comidas que normalmente me dejaban exhausto y me obligaban a reposar durante algunas horas.
Un paréntesis para descansar por la tarde y vuelta a ponerse en marcha para conocer el Chiado y el Bairro Alto. El Chiado es el lugar artístico y elegante de la ciudad, repleto de librerías y rodeado de un ambiente especial, bohemio y distinto. Voy con la idea de tomar algo en la terraza del Café Brasileira, el más característico de la zona y antaño punto de encuentro de poetas e intelectuales portugueses, entre ellos Fernando Pessoa, del que puede verse una estatua sentada en una de las mesas de la terraza. El Brasileira hierve de actividad y no hay ningún sitio libre, así que opto por quedarme en una terraza cercana y leer un poco mientras tomo algo tranquilamente.
Empieza a anochecer y doy una vuelta por el Bairro Alto, zona de actividad nocturna y locales de ocio, además de restaurantes y locales en los que todavía sobrevive el fado. Voy con la idea de cenar en el Severa, un local de la Rúa das Gáveas, pero cuándo llego allí me lo encuentro cerrado, así que no me queda más opción que optar por un oscuro restaurante en la parte alta de la misma calle. Durante la cena hago la primera toma de contacto con el fado lisboeta, con un repertorio que evoca tristezas, lamentos, nostalgias y amores desolados. Al escuchar a aquella cantante de fados pienso en cómo deben ser las noches en aquél lugar, con aquella música inundando de trsiteza los ambientes y en que casi parece que aquella mujer cada noche se muera de pena al cantar. Una pequeña y sencilla maravilla regada con copas de Oporto blanco. Cierro el día cojiendo un elevador que me deja a punto para recorrer (una vez más) la Avenida da Libertade y regresar hasta mi hotel.

miércoles, octubre 08, 2008

30 anys de JSC

Avui, sense pensar-hi, he vist que feies 30 anys. Hi he rumiat. He donat voltes a quantes hores m'he passat pensant en tu i quantes hores t'he dedicat. I en quantes hores em queden per dedicar-te. I en que per moltes hores que et dediqui, sempre em deixes algun detall pendent o alguna tasca per fer, en que per molt esforç que inverteixi en tu, sempre ets com un gran enigma del que sempre queda alguna part per resoldre, algun racó per descobrir. També avui t'he dedicat unes quantes hores.
Encara em sorprén la forma en que ens vam trobar, i encara em sorprén més la forma en que et vas ficar al meu cap. I com des d'aleshores allà hi continues, donant voltes, treient-me la son i de tant en tant donant-me alguna petita alegria. Penso també en quanta gent i en quant llocs m'has fet conèixer i en com m'has fet crèixer, en els bons i mals moments que hem passat junts, a vegades en companyia d'algú més i a vegades a soles. Definitivament, formes part de la meva vida.
Alguna vegada, algú va dir que eres important perquè gràcies a tu els joves socialistes tenien l'oportunitat de disposar d'un lloc on autogestionar-se i poder dirigir, on puguin ser capaços de donar alternatives als seus problemes sense la supervisió teòrica de ningú. Ho va dir Xavier soto i penso que continua sent veritat, tenia raó i avui la continuaria tenint.
Avui fas 30 anys, continues donant-me mals de cap. I espero que no deixis de fer-ho. Moltes felicitats, Joventut Socialista de Catalunya.

lunes, octubre 06, 2008

Lisboa (1)

El mundo es una enorme red de lugares tejida por personas, y en esa red los aeropuertos deben ser algunos de los nodos más surrealistas y curiosos. Cómo puertas de entrada y salida del mundo verdadero, el real, concentran tras sus paredes una muestra demoscópica de lo que es la globalización. Si algún día se hiciesen según que tipo de encuestas a nivel global, habría que hacerlas en los aeropuertos.
En uno de estos lugares esperaba yo pacientemente la salida de mi vuelo, entre conversaciones cruzadas en varios idiomas, reencuentros entrañables, despedidas tristes, taxistas aburridos y los nervios de algún grupo de Erasmus a punto de partir.
Ya hacía algunos meses que me había decidido a volar, tras una de esas animosas conversaciones de las que a uno se le quedan grabadas ciertas sensaciones. En este caso, el afán viajero y las ganas de conocer (simplemente conocer) se me habían contagiado sin yo poder hacer nada. El destino del vuelo lo decidí poco tiempo después, y fue la voz de Mariza la que me sacó de dudas en cuánto a esto. Me marchaba a Lisboa, atraído por el afán de viajar, por el fado y por la historia y la cultura de esta ciudad.
Cuándo por fin despegó el avión, un vistazo a través de la ventanilla me dibujó un mapa de puntos luminosos que formaban pueblos y ciudades. Un mundo nocturno a vista de pájaro. Desde ese preciso instante, escrutar el mapa luminoso e intentar adivinar qué lugar estábamos sobrevolando fueron todo uno. Así pasé el viaje hasta que el puente Vasco da Gama y el puente del 25 de Abril aparecieron ante mis ojos avisándome de la llegada a mi destino.
Mientras el avión hacía una pasada encarándose para el aterrizaje, la vista de Lisboa desde el aire me permitió empezar a conocer lugares que luego me serían familiares. La estatua del Marqués de Poumbal, la Praça do Comércio y la Avenida da Liberdade son los primeros recuerdos que guardo de esa ciudad magnífica de la que la leyenda dice que fue fundada por Ulises cuándo regresaba a su patria. Así pues, cómo antes héroes mitológicos, celtíberos, fenicios, cartagineses y romanos, llegaba yo a Lisboa, con la única compañía de una maleta y afamado por la curiosidad de conocer esa urbe cosmopolita que domina el estuario del Tajo.